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La gran muralla que separará Kenia y Somalia

El Gobierno keniano planea construir esta barrera de hormigón que cubrirá los 700 kilómetros de frontera, pese a las múltiples advertencias sobre el gran impacto y las nuevas tensiones que generará entre la población

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Kenia y Somalia, dos países vecinos a los que les une mucho más que una frontera, podrían quedar separados por un muro, alejando pueblos y familias que durante años no han sabido de nacionalidades, para mejorar la seguridad y evitar el terrorismo.

El Gobierno keniano planea construir esta barrera de hormigón que cubrirá los 700 kilómetros de frontera, pese a las múltiples advertencias sobre el gran impacto y las nuevas tensiones que generará entre la población.

Esta nueva gran muralla separaría la zona fronteriza entre Kenia y Somalia, un área mayoritariamente árida y de lluvias impredecibles, donde la mayoría de su población es nómada.

"Si alzan una barrera, se morirán de hambre. Es extremadamente probable que se produzca una crisis alimentaria", advierten a Efe fuentes de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

El pastoralismo les ha permitido desde tiempos ancestrales hacer frente a la variabilidad climática para disminuir el riesgo y aprovechar al máximo sus sistemas de producción.

La frontera es solo una línea artificial para los kenianos y somalís de la zona, que durante años han vivido como parte de una misma comunidad que comparte tradición y cultura sin entender de pasaporte, explica a Efe el coordinador de la red de pastores en Kenia, Michael Ole Tianpati.

La otra cara de la moneda de esta porosa frontera -que oficialmente ha estado cerrada en los últimos ocho años- es el creciente número de ataques que ha puesto en entredicho la capacidad de las fuerzas de seguridad kenianas para controlar la zona.

La última masacre ocurrió el pasado abril, cuando los terroristas de Al Shabab asesinaron a 148 personas en la Universidad de Garissa, en el norte de Kenia y muy cerca de la frontera.

Pese a que Kenia ha adoptado drásticas medidas con el pretexto de combatir el terrorismo, su efectividad ha sido puesta en duda por muchos. El muro es otra de ellas.

"No va a servir de nada. El enemigo no está al otro lado de la frontera, está dentro de Kenia", aseguró a Efe un experto en seguridad regional que prefiere mantener el anonimato.

De hecho, uno de los terroristas que atacaron en Garissa fue el keniano Abdirahim Abdulahi, hijo de un político local de la ciudad nororiental de Mandera y un prometedor abogado.

"Si se quiere evitar el paso fronterizo, el muro tendría que contar con un gran apoyo logístico: más militares, tecnología para coordinar los 700 kilómetros de frontera... Y Kenia no está lista para eso", añadió, por lo que "dudo de que finalmente el Gobierno lleve a cabo sus planes".

De lo que no hay duda es del impacto social "catastrófico" que supondrá esta gran muralla, advierte el experto, que romperá en dos la vida de miles de personas a las que les quedarán muy pocas alternativas para sobrevivir.

La falta de movilidad impedirá que muchas comunidades se queden sin acceso a ciertos recursos naturales, lo que podría generar nuevas tensiones.

Muchos tendrán que emigrar a otras áreas y los que queden se verán abocados a una situación de extrema pobreza que favorece la radicalización y genera un caldo de cultivo sobre el que Al Shabab lanza sus redes de reclutamiento, advierten los expertos.

"La población local está muy preocupada por la inseguridad en la frontera, pero no creen que la construcción del muro sea la solución. Lo peor es que el Gobierno ha tomado esta decisión sin consultar a la gente, que es la que realmente vive allí y sufrirá las consecuencias", añade Ole Tiampati.

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