Con los Acuerdos de Abraham, hace tres años, Israel normalizó relaciones con varios de sus vecinos árabes: primero Emiratos Árabes y Baréin, luego Marruecos. Ahora, el Estado judío corteja a Arabia Saudí, el diamante de la corona que podría costarle concesiones para los palestinos e incluso poner en jaque a su gobierno.
Corazón de la península arábiga y epicentro de Oriente Medio, Arabia Saudí es potencia comercial, gigante petrolero y custodio del islam en La Meca.
Aunque sus funcionarios se reúnen en secreto con los israelíes desde hace años, Riad no ha reconocido a Israel como Estado, anteponiendo su histórico apoyo a la causa palestina.
Sin embargo, el Estado judío -y más precisamente su primer ministro, Benjamín Netanyahu- se ha propuesto incluir al reino islámico en su atesorada lista de países árabes con los que ha normalizado relaciones diplomáticas: Egipto (1979), Jordania (1994); y luego Emiratos Árabes Unidos (EAU), Baréin y Marruecos en 2020 a través de los Acuerdos de Abraham. Sudán también firmó esos acuerdos, pero su Parlamento no los ha ratificado.
"Estamos trabajando, junto con nuestros amigos estadounidenses, para ampliar el círculo de paz de una manera que cambiará la faz de Israel, de Oriente Medio y, en gran medida, del mundo. Tenemos la intención de lograr la paz con Arabia Saudí", dijo Netanyahu el miércoles, durante una ceremonia por el año nuevo judío.
Este mes, hubo señales abiertas en ese sentido: Un grupo de empresarios israelíes viajó a la ciudad saudí de Damam para una conferencia sobre ciberseguridad y una delegación de funcionarios israelíes visitó oficialmente el país árabe por primera vez, al participar de una cumbre de la UNESCO en Riad.
UN ACUERDO DIFERENTE
"A pesar de la inmensa importancia de los acuerdos firmados entre Israel, EAU, Baréin y Marruecos, estos no se equiparan en importancia e implicaciones a una futura paz entre Israel y Arabia Saudí", opina en entrevista con EFE Michal Yaari, experta en los países del Golfo de la universidad israelí Ben Gurión.
Según la experta, la normalización de relaciones con un país de semejante peso regional y religioso sería clave para Israel en términos "diplomáticos, económicos y estratégicos" y podría allanarle el camino para establecer lazos con otros importantes países árabes o musulmanes.
La semana pasada, en el marco de la cumbre del G20 en India, en la que se acordó la creación de un megaproyecto de ferrocarriles y puertos que una al sur de Asia con los Países del Golfo y Europa, e incluye a Arabia Saudí e Israel, el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, reconoció que si bien "todavía hay trabajo por hacer" para llegar a un acuerdo de normalización, ya se ha logrado "un acuerdo amplio sobre varios de los elementos principales" de las negociaciones.
Este miércoles, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, aclaró sin embargo que Riad considera que cualquier acuerdo de normalización debería incluir importantes concesiones hacia los palestinos.
LOS PALESTINOS, UN FACTOR IMPORTANTE
La Autoridad Nacional Palestina (ANP) rechazó de pleno los Acuerdos de Abraham en 2020, acusando a los países firmantes de traición por no haberla invitado a la mesa de negociación y dejar en segundo plano la causa palestina.
Pero esta vez, la ANP cambió de postura y envió una delegación de alto nivel a Riad para plantear sus demandas.
A grandes rasgos, pidió a los saudíes que restablezcan su apoyo financiero, a los estadounidenses que promuevan la membresía plena de Palestina ante Naciones Unidas (actualmente es Estado observador no miembro) y a Israel que le transfiera el control de más territorio cisjordano, teniendo como horizonte principal la creación de un Estado, resume a EFE desde Ramala Ibrahim Dalalsha, jefe del centro de investigación palestino Horizon.
Los expertos consultados coinciden en que Arabia Saudí, consciente de su poderío, presionará para que Israel haga concesiones sustanciales a los palestinos, pues más allá de sus propios intereses en lograr un acuerdo (habría pedido a Estados Unidos cooperación militar y apoyo a su programa nuclear civil), quiere utilizar la causa palestina para reafirmar su liderazgo entre los países árabes.
IMPACTO EN LA POLÍTICA INTERNA ISRAELÍ
Mientras Netanyahu ansía el acuerdo con los saudíes para presentarlo como un logro histórico, como ya hizo con los Acuerdos de Abraham en 2020, algunos socios con los que formó en diciembre pasado el gobierno más derechista de la historia de Israel podrían interponerse en su camino.
Los colonos extremistas y antiárabes Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, ministros de Seguridad Nacional y Finanzas respectivamente, promueven la anexión de Cisjordania ocupada y no parecen listos para hacer concesiones a los palestinos.
El primer ministro podría considerar esto como "una razón grave para abandonar el gobierno y construir uno nuevo", aunque eso signifique negociar con la oposición, que puja junto a un histórico movimiento de protesta para congelar una reforma judicial impulsada por el actual Ejecutivo, explica a EFE Michael Milstein, jefe del Foro de Estudios Palestinos en el Centro Moshe Dayán de la Universidad de Tel Aviv.
Según el experto, Estados Unidos ejerce fuerte presión sobre Netanyahu para que acepte las peticiones palestinas, consciente de que eso podría traer "un cambio drástico en la política israelí", incluyendo la expulsión de sus miembros más radicales.
"Es muy interesante que el tema saudí no solo impacte las relaciones de Israel en la región, sino también la política interna israelí", concluye.