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Haneke y Audiard son los favoritos en Cannes

Con las veinte películas a competición ya proyectadas, el jurado presidido por Isabelle Huppert comienza su deliberación para el reparto de premios, en el que Das Weisse Band, de Michael Haneke, y Un prophete, de Jacques Audiard, parten como grandes favoritas.

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Con las veinte películas a competición ya proyectadas, el jurado presidido por Isabelle Huppert comienza su deliberación para el reparto de premios, en el que Das Weisse Band, de Michael Haneke, y Un prophete, de Jacques Audiard, parten como grandes favoritas. 

La contundente apuesta por la sobriedad de Haneke y la portentosa evangelización criminal de Audiard han mostrado dos maneras impecables de acercase a la perfección cinematográfica necesaria (supuestamente) para ganar Palma de Oro, aunque bien es sabido que absolutamente todo puede suceder en la resolución de un jurado.

Haneke cuenta con el arma de doble filo de que Huppert fuera su musa en La pianista y El tiempo del lobo y, además, lleva ya muchos años en Cannes rozando el premio máximo con los dedos. 

Audiard, por su parte, tiene en su contra que el año pasado un filme francés ya se hizo con el máximo galardón del festival, aunque cualquier acusación de chauvinismo sería injusta a tenor de la calidad de su filme, que tiene además en su reparto a un tándem interpretativo de alto voltaje: el debutante Tahar Rahim y el veterano Niels Arestrup. 

Les siguen a distancia prudente en las quinielas Jane Campion, con Bright Star, y Pedro Almodóvar con Los abrazos rotos. Ambos se aproximan con poderío estético a la pasión, aunque la neozelandesa decide congelarla en su filme y el manchego carga las tintas en el énfasis dramático. 

También los dos cuentan con interpretaciones femeninas de primer orden: Abbie Cornish, estupenda en su papel de amante del poeta británico John Keats, y Penélope Cruz, que ya recibió el premio por Volver en 2006. 

En una edición marcada por los grandes nombres, es inevitable hablar de autores que no estuvieron a la altura de las expectativas: Park Chan-wook, con su descabellada crónica vampírica Thirst; Marco Bellocchio, con su acartonada Vincere, y, sobre todo, Lars von Trier, con su escandalosa y pretenciosa a partes iguales Anticristo, protagonizan este apartado. Otros han sido desdeñados por la poca gravedad de sus filmes. 

En ese término medio que a veces es el lugar de convergencia de los jurados muy heterogéneos –y éste lo es– quedaría el vitalista retrato de Ken Loach con Eric Cantona en Looking for Eric; la crónica social de Xavier Giannoli en A l’origine, potenciada por la interpretación de François Cluzet, o The Time That Remains, del palestino Elia Suleiman. 

Y en ese extremo en el que una Palma de Oro se aferra al riesgo formal, se situarían Gaspar Noé con Enter the Void, o Kinatay, de Brillante Mendoza.

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