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Arraijanal, campo de arrayanes

Alguien algún día escribirá la historia de la evolución de estos terrenos en la que los cambios de uso y propiedad sorprenderán a quienes la lean

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Pocos nombres de nuestra toponimia suenan tan bien y con tanta carga bucólica como arraijanal. Su significado, campo de arrayanes, nos evoca verdor y fragancia, origen del nombre de esta planta, y que nada tiene que ver con lo que allí hoy nos encontramos. Ana Bernal está acabando su estudio ambiental de uno de los ámbitos más conflictivos desde un punto de vista territorial, el triángulo que une los meandros de Campanillas, la playa de La Cizaña y el espigón de La Térmica. En tan reducida superficie se amontonan un aeropuerto internacional, vías de alta capacidad, un eje ferroviario, depuradora, polígonos, espacios comerciales y frentes de urbanización, que conviven con mosaicos de cultivos o espacios naturales como la desembocadura del Guadalhorce o  los terrenos del Campamento Benítez  que pronto será un gran parque metropolitano. Todo ello alrededor del eje central definido por el Río Guadalhorce.

En su análisis ha recuperado las imágenes de este espacio en los últimos sesenta años, pudiendo contemplar la acelerada capacidad trasformadora del territorio que tiene la especie humana, un crono muy distinto al de la Naturaleza. Contemplar en las imágenes del  vuelo norteamericano de 1957 las dos grandes dunas en Arraijanal te arrojan al desconsuelo de lo que fue y ya no será, de lo que no podrán disfrutar las generaciones venideras. Alguien algún día escribirá la historia de la evolución de estos terrenos en la que los cambios de uso y propiedad sorprenderán a quienes la lean. Los capítulos de esta historia serán muy elocuentes, desde las pretensiones de un puerto excavado en su interior, hasta una ciudad deportiva a la que hoy se le da licencia y está por ver, pasando por los esfuerzos fallidos de distintas administraciones para salvaguardar un espacio en  manos privadas por avatares imprevistos.
Sin embargo, si Arraijanal es la gran vapuleada, el gran olvidado es ese gran río al que Málaga vuelve su espalda. Las diatribas sobre el Guadalmedina nos han hecho creer que el Guadalhorce no es nuestro, cuando en su  cauce bajo se abren grandes posibilidades en donde hacer buenos esos paradigmas que desde la Unión Europeo se consideran políticas prioritarias, las soluciones basadas en la naturaleza y las infraestructuras verdes. Por esas dos estrategias pasa el futuro y bien deben considerarlo los planificadores territoriales.

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