Como ya habían anunciado, los artistas que pasaron por el escenario evitaron alusiones políticas y mucho menos críticas al gobierno de la isla –como les habían pedido sectores del exilio cubano–, y centraron sus mensajes en promover una cultura de paz.
“No puedo creer lo que mis ojos están viendo, es el sueño más hermoso de paz y amor que he podido experimentar después de mis hijos”, dijo Juanes al salir al escenario y entonar su archiconocido A Dios le pido.
El colombiano repitió hasta la saciedad la palabra “paz”, y al final del espectáculo quiso dejar claro que traía también un mensaje de reconciliación entre cubanos de dentro y fuera de la isla, al corear: “Arriba La Habana, arriba Cuba, arriba Estados Unidos, Miami, Nueva York y Washington”.
La merenguera Olga Tañón puso el factor humano de la política, al dedicar una canción a la joven Niurka, presente en el concierto y a la que mandó un beso “de parte de tu papá”, que así se lo pidió en la misma puerta del aeropuerto de Miami, donde está exiliado.
El público habanero, en gran parte ajeno a toda la polémica despertada por el concierto fuera de la isla, sencillamente disfrutó de una tarde inolvidable en una isla que queda sistemáticamente fuera de las agendas de las grandes estrellas internacionales.
El concierto empezó a las 14.00 horas (18.00 GMT) y duró más de cinco horas, para terminar al filo del crepúsculo, y la mayoría de asistentes, muchos llegados desde el mediodía, soportaron estoicos el inclemente sol habanero que dio un respiro para esconderse entre las nubes en el final del recital.
El goteo de camilleros con personas desmayadas y deshidratadas fue constante antes de empezar el concierto, pero los habaneros y los miles de cubanos llegados de otras partes de la isla, en su mayoría adolescentes y jóvenes, olvidaron el sofoco con la aparición de Olga Tañón, que metió candela al respetable.
El espectáculo tuvo sus altibajos, ya que el público vibró con Tañón, y más tarde con los Orishas –ausentes de Cuba desde hace diez años–, Juanes y los Van Van, pero otras intervenciones, como la de Víctor Manuel, Luis Eduardo Aute, Danny Rivera y Juan Fernando Velasco, cortaron el ambiente de euforia.
Uno de los escollos que se presentó en las horas previas al concierto fueron las vallas que las autoridades pusieron para separar a unos invitados con pases especiales, que estarían delante, del resto del público, algo que molestó a Juanes, según dijo a Efe su representante, Fernán Martínez.
Sea por las protestas de Juanes o por la incontenible presión del público, finalmente todo el mundo se mezcló en una explanada y los abundantes agentes de seguridad dispersos entre el público no hicieron nada por impedirlo.
El concierto despertó una expectación inusitada también entre los periodistas, y muchos medios, especialmente latinos, enviaron a reporteros a La Habana solo para cubrir el concierto y sus preparativos.
En La Habana, y tras un mes de una tremenda presión mediática, Juanes, al ver el cariño del público que coreaba su nombre y las alabanzas de todos los que con él compartieron escenario, se despidió visiblemente emocionado.
Otros, como Olga Tañón y Miguel Bosé, sí rompieron a llorar. Juanes se marchó y los cubanos volvieron a sus quehaceres tras haber vivido un sueño.