Durante muchos años no dejó de ser una frase hasta que algo comenzó a moverse en el muelle de Gallineras con el arreglo del pantalán y el pomposo nombre que la Empresa Pública de Puertos de Andalucía (EPPA) le puso al muelle, un monolito de color verde donde se podía leer Puerto de Gallineras.
Entre la frase de Antonio Moreno y el monolito no pasó mucho tiempo. El tiempo ha pasado desde la frase del ex alcalde hasta la actualidad, cuando casi veinte años después la ciudad parece que comienza a mirar al mar, pero todavía de reojo y a escondidas, a fuerza de buscar el sustento diario, desconfiada con embarcarse -nunca mejor dicho- en otras aventuras de valor añadido para una isla: el agua, qué simpleza.
No ha sido hasta los últimos años, después de muchos de espera y otros de desesperación, cuando la ciudad parece que finalmente se ha subido al carro del deporte náutico, sin olvidar que el mar da de comer a familias isleña. Pero es el deporte lo que mueve el dinero, la actividad, ese valor añadido que las administraciones exigen cuando ponen dinero para un proyecto.
Pero La Isla no mira todavía al mar. No lo hace de frente, cara a cara. No, porque todavía está desmadejando la madeja tejida a base de promesas electorales incumplidas o pospuestas por parte de todas las administraciones. Y no lo hace porque a pesar de que se levantan instalaciones y pantalanes, no tiene claro qué hacer con ellos. Y ese hacer con ellos se refiere a actividades novedosas.
Es cierto que los pantalanes del muelle (o puerto) de Gallineras, los 335 que tiene en la actualidad, distan mucho de aquellas vetustas instalaciones a ambos lados de la sólida estructura principal. Pero todavía queda, desde hace decenios, un problema que solucionar como es dragar la zona y retirar los barcos de hierro que duermen en el fondo y que son un peligro constante que se elude gracias al conocimiento de los marineros de San Fernando.
Además de ese problema, que podría tener solución con la solución que se viene pregonando desde hace muchos años, esté pendiente el proyecto de construcción de mil amarres más, que es la previsión de la EPPA, lo que le daría al Puerto de Gallineras -ahora sí, con mayúsculas- la entidad suficiente para entrar en las rutas náuticas, que es al fin y al cabo el principal objetivo y el motivo de que siga llegando dinero de las administraciones.
Pero como en todo, todo depende de otros proyectos que están sobre la mesa, discutidos por los políticos o sin discusión por la Admistración del Estado. Lo discutido es el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), un documento que sólo con mucha suerte estaría listo para el año que viene.
El PGOU es importante porque de su aprobación depende que el Ayuntamiento de San Fernando aporte su parte al proyecto de un verdadero puerto deportivo. Esto es, una nueva sede y un proyecto global para hacer de aquel entorno un foco de actividad, no sólo pesquera y competitiva, sino hostelera y turística.
Concesión
El sistema sería igual que el que se ha seguido para construir el club del Puente de Hierro; esto es, una concesión demanial por equis años que haría que los socios se encargaran de las gestiones, mientras que el Ayuntamiento obtendría la infraestructura y organización de una actividad educativa, como escuela de vela, de piragüismo o de cualquier otra actuación que permitieran las perspectivas.
La Empresa Pública de Puertos de Andalucía, por su parte, se encargaría de la construcción de los nuevos pantalanes para ese millar de amarres adicionales, aunque ahí se está a la espera del visto bueno de ese organismo que en San Fernando es una especie de coco cuando se trata de aprovechar su natural riqueza litoral. Y es que es el Ministero de Medio Ambiente, Costas, quien tendrá que poner los límites a lo que se quiera hacer, que es lo mismo que decir que dirá lo que se puede hacer.
Pero el hecho de que el Ayuntamiento de San Fernando esté redactando el proyecto para las instalaciones de tierra de los pescadores de Gallineras sólo es una buena noticia, pero de eso saben bien los socios del club. De la misma forma que saben de malas noticias y de años esperando otras buenas nuevas. Y todos lo entienden perfectamente.
Puente de Hierro
En mejor momento se encuentran los pescadores del Puente de Hierro, que han pasado de tener sus enseres en chabolas a expensas de los ladrones de turno, a contar con un club náutico que si se consigue la ampliación de los amarres se va a convertir en uno de los puntos de referencia de la especialidad.
Bien es cierto que están sufriendo los últimos coletazos del proyecto por cuanto no tienen al día de hoy el enganche de la compañía de electricidad y se alumbran con los genederadores, pero están en el último paso para ver cumplida una realidad por la que suspiraron durante muchos años.
El Club Puente de Hierro se ha visto favorecido incluso por la operación de la venta de los terrenos de Fábrica San Carlos, toda vez que Sogescar puso el dinero como compensación a la ciudad para sufragar los gastos en buena parte. E incluso de la construcción del Parque de la Historia y el Mar, a pocos metros de las nuevas instalaciones náuticas.
En este caso, por pasiva, toda vez que el Parque no podía permitirse tener en frente un club de pescadores deportivos como las favelas de Río y era necesario limpiar toda la zona del Puente de Hierro. Y ahí, en esa dinámica, se han visto favorecidos tanto los pescadores como la ciudad entera, toda vez que la limpieza de los alrededores del puente ha supuesto acabar de una vez por todas con uno de los más chabacanos espejos en los que se puede mirar una ciudad. En un futuro serán 278 puntos de atraque.
Buenas intenciones que se retrasan por las malas gestiones
Los tres clubes náuticos mencionados no es todo lo que hay en las buenas intenciones y lentos resultados de la clase política local y comarcal. Hay más proyectos, tanto públicos como privados, pendientes de que cambien mucho las cosas.
Dejando a un lado el proyecto de la Sociedad Deportiva La Corchuela para el Zaporito, cogido enmedio de un grave problema admnistrativo, están otros proyectos que se vienen aireando desde hace muchos años, aunque a todas luces se ve que se ha vendido la piel del oso antes de cazarlo.
Uno de ellos es el proyecto del puerto deportivo de Punta Cantera, en Fadricas, cuya futura ubicación se encuentra precisamente en los terrenos afectados por el Dominio Público Marítimo Terrestre de los antiguos polvorines , esos que tienen sobre sí una reserva municipal de suelo y como contrapartida, muy pocas ganas de los organismos del Gobierno central de solucionar las cosas mientras que el Ayuntamiento mantenga esa determinación.
El puerto de Punta Cantera lo llevan los socialistas en su programa electoral y lo lleva el Gobierno municipal de un lado a otro cada vez que anuncia alguna actuación que desemboque en la puesta en valor de los terrenos de Defensa y de los antiguos reversionistas.
No obstante, a ese puerto deportivo se queda, como mínimo, que se apruebe el Plan General de Ordenación Urbana. Y eso teniendo en cuenta que se arregle el conflicto con los propietarios de parte del suelo -precisamente donde se asentaría- y que otro ministerio, el de Medio Ambiente, diera el visto bueno toda vez que entra en sus absolutos dominios.
La última de las actuaciones que se ha barajado no era un muelle deportivo propiamente dicho, sino un embarcadero en Bahía Sur con vistas a potenciar el complejo que gestiona Rodamco y sobre todo, como moneda de cambio en la ampliación de la superficie comercial si los propietarios del Club La Salina llegaran a un acuerdo.
Por ahora, ni hay acuerdo ni la economía está para ampliar nada. Además de que también ahí se está a expensas del dichoso PGOU, y el PGOU, del dichoso Ministerio de Defensa.