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XLIV Pregón del Rocío: la humildad y sensibilidad del camino

Juan Peña dejó con todo lujo de detalles, nombres y apellidos lo que significa su camino

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Eran pasadas las 20:15 de la tarde en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen cuando el bullicio expectante ante la inminente reproducción del XLIV Pregón del Rocío de Juan Peña comenzara, cuando Rocío Arellano acudió al atril y el silencio invadió aquel espacio de culto cristiano. Rocío Arellano llamó al estrado a los tres presentadores de Juan Peña: Antonio Peña Izquierdo, Alfonso Bernal García de Quirós y José Manuel Sánchez Peña.

Alfonso Bernal fue el primero en tomar la palabra para rememorar ese primer Rocío de Juan Peña. Alfonso narró aquella experiencia compartida que supuso un punto de inflexión para el pregonero porque "fíjate si fue grande el flechazo que hasta me compró el Land Rover" contaba. Su 'maestro' decidió finalizar su intervención con un "podría contar muchas cosas más pero el tiempo se me agota, gracias por tu amistad, te quiero, hermano, a ti y a tu familia” para pasar el testigo a Antonio Peña, hermano mayor del protagonista de hoy y quien fuera pregonero en 2011.

Antonio dirigió su mirada a su hermano para exponer sus principales cualidad donde destacó: "la humildad para aceptar a todo el que se acerque a él sin pedir nada a cambio”. Antonio Peña quiso remarcar que su hermano es "buen esposo, hermano, padre, abuelo y rociero" y afirmó que "siempre está dispuesto a ayudar" a los demás sin tener "nunca una mala palabra", dejando entrever la fuerte admiración que procesa al "benjamín de la casa".

El último de los presentadores ostentaría el cargo de amigo, tras las palabras de su maestro y la de su hermano, era el momento de escuchar a José Manuel Sánchez, quien no pudo contener su gran cariño al confesar lo "humilde y buena gente" que es el pregonero. José Manuel Sánchez indicó que "hoy eres tú la carreta" dirigiéndose a su buen amigo, Juan Peña. "Has sido usted, con ustedes, presentado, el pregonero" finalizó ante el clamor de los asistentes para pasarle el testigo al pregonero.

Juan Peña acudió a su cita interpretando un 'Salve María' con el que todos aquellos que se congregaron en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen rompieran la ensordecedora milésima de segundo que separaba a las primeras palabras del ‘XLIV Pregón del Rocío’ y el estallido de júbilo de los asistentes. Una vez recobró la palabra inició su pregón dedicándoselo a su mujer, hijos, nietos, asistentes y a su Hermandad para posteriormente realizar el protocolario saludo a las autoridades (eclesiástica, municipal y seguridad) que acudieron. Y aún con la emoción del principio no se resistió en reconocer que "no he podido tener mejor presentación" y al mirarles sentenció: "sois el espejo donde mirarme".

"Esta noche, madre, quisiera ser rociero" expresaba abiertamente Juan Peña, puntualizando que rezando se llega al cielo. Y antes de proceder a narrar sus experiencias y vivencias, donde inevitablemente incluyó a todas las personas (con nombre y apellido), desde la salida en Rota hasta la llegada a la aldea y su vuelta a la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, aclaró que "cada uno vive el Rocío a su manera" porque "la Virgen no impone ni manda nada". 

El pregonero antes de iniciar su peregrinaje mostró la humildad que le atribuyeron aquellos que le presentaron al decir que "no te mereces que yo te pregone, te mereces a los más grande", pero Juan confesó que "me siento como un novato cuando a los ojos te miro, tú eres la razón madre por la que vivo" y al pronunciar estas palabras comenzó a sonar 'yo nunca podré olvidar cómo fue el primer Rocío'. Una sevillana que al concluir arrancó los olés y vítores del público.

Juan se declaró un hombre de pocas palabras e incluso reveló su incapacidad de expresar todas sus emociones a través de la palabra porque "hasta me duele el alma de la emoción" decía. Además, realizó una interesante apreciación de su sentir rociero al indicar que ese año en el que no salió aprendió a valorar a la Virgen del Rocío un poco más. Entonces compartió con todos los allí presentes su vivir el camino y al hablar del comienzo en su cabeza revolotea un "pronto estaremos en las puertas del cielo" como antesala de la siguiente sevillana, esta vez 'con tan solo un paño verde y a mí me quita el sentío'.

Una vez todas las peñas se reúnen y entran en las arenas, el pregonero muestra un parecer generalizado, de ahí que lo cuente en primera persona del plural, "tenemos el corazón dispuesto para que tú los lleves". Al caer la tarde marismeña, Juan Peña explica el rezo de la gente durante la noche en muchas veces mediante la música y en ese preciso instante "el espíritu santo está entre nosotros" indica. Los nervios se apoderan de todos aquellos peregrinos que ya en se encuentran en el Rocío, como bien contó el pregonero.

La satisfacción que le produce al protagonista de este evento que el sin pecado de Rota ya esté en su casa Hermandad en la aldea es inconmensurable y se acileran las actividades como así suele ocurrir en el domingo desde por la mañana hasta la noche. Entonces, a las puertas de expresar el día más importante de esta "bendita locura", Juan Peña se pregunta: "¿qué tendras tú, Rocío, que reúnes a tanta gente? ¿Por qué lo damos todo para estar a tu vera?" y con esta última formulación sonó 'cuando ella pasa se pone blanca'.

“No hay salve ni gritos más sentidos que los que te gritamos a ti Rocío ese lunes” fue el preámbulo del comienzo de un pregón que focalizaba lo qué significa para Juan Peña el peregrinaje, la estancia, la hermandad, en definitiva: la devoción a la Blanca Paloma. Tanto que expresó que “no hay pena más grande cuando se acaba tu romería” y dio paso a la sevillana: 'van sufriendo los costeros'. Pero, el camino es también el regreso porque para el pregonero resulta imposible no incluir esta pieza del puzle.

"Ahora que acaba el pregón me inundan las dudas porque me falta el tiempo para expresar lo que tengo” iniciaba el acto final de esta historia de amor, humildad y sensibilidad al Rocío por parte de Juan Peña. Un hombre que se proclamaba de "pocas palabras", pero su devoción lo empujó a encontrar la forma de encontrarlas hasta el punto de decir: “cuantas cosas te diría, cuantos versos y poesía hasta llenarte de besos”. Y como el refranero español dice eso de "a pocas palabras, buen entendedor", nuestro portagonista fue directo: “lo resumo en un te quiero”. Un “¡Viva la blanca Paloma!” y el público estalló entre vítores, aplausos y un amor plausible ante la atenta mirada de la Virgen del Rocío.

 

 

 

 

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