La honda, lenta y pura manera de torear a la verónica de Morante de la Puebla a sus dos toros fue la nota memorable de la corrida de hoy en Sevilla, pese a que, como sus compañeros, Sebastián Castella y Alejandro Talavante, no llegó a pasear ningún trofeo.
Al final perdimos la cuenta. Es difícil que nadie pudiera mantener la mente fría para enumerar cada una de las soberbias, mecidas, hondas y purísimas verónicas que Morante de la Puebla cuajó ayer en Sevilla.
Haciendo memoria, se deduce que fueron tres y una media a pies juntos con las que apaciguó ya, por el lado izquierdo, al toro que abrió plaza. Y tal vez una docena larga con las adormeció al cuarto en el vuelo de su capote.
Es difícil, sí, ponerse a contar. Y absurdo. Es mejor seguir soñando y recrear la memoria con esos lances acompasados por el pecho henchido y la cintura líquida del torero. Y dejarse llevar por la pasión del toreo más hondo, como se dejó llevar Morante ante ese cuarto después de que se le fuera suelto en un quite por chicuelinas.
Siguió el toro hasta el caballo de puerta, huyó del refilonazo hasta chiqueros y de allí lo sacó el de la Puebla con lances al paso por delantales, cogido el capote y sostenido el toro como se lleva de los deditos a un niño que da sus primeros pasos. Hasta que en los medios, una media verónica redonda, rotunda, de duración eterna, enervó el pulso de la Maestranza.
Pero aún quedaban más, porque el sevillano, viendo que el toro amagaba con rajarse decidió agotarlo a caricias de verónica, apurarlo hasta el último aliento con otro manojo de lances embriagadores como el opio, para el toro y para el público.
También toreó ayer Morante con la muleta. En menos cantidad pero no en menor intensidad. Sobre todo al primero, el toro de mejores embestidas de su lote, que no tuvo bríos para repetirlas pero sí para, una a una, tras un leve respiro, seguir entregado el vuelo del engaño en varios naturales de largo y muy profundo trazo, hasta que el de Cuvillo perdió definitivamente gas.
También lo perdió pronto el cuarto, el de la antología de la verónica morantista, aunque el de la Puebla, que brindó su muerte a su paisano el rejoneador Ángel Peralta, se embraguetó con él en un último derroche de pundonor que el toro no pudo ya soportar. No cortó orejas, pero las ovaciones que escuchó tras los arrastres de sus toros fueron atronadoras.
Sebastián Castella y Alejandro Talavante trazaron su único paseíllo de esta feria, y ambos hicieron sendos esfuerzos por aprovecharlo pero sin encontrar recompensa.
Castella recibió a portagayola a sus dos toros, sólo que su primero apenas perseguía tres veces seguidas la muleta y el quinto se le rajó discretamente al inicio del trasteo de muleta hasta acabar en terrenos de chiqueros, donde los intentos del francés por sacarle partido no fueron valorados.
En cambio, a Talavante, que también se fue a la puerta de chiqueros con el sexto, le correspondió el lote de mayor movilidad y duración. Y a ambos les hizo dos faenas largas, con ciertas desigualdades técnicas y estructurales pero con la suficiente vibración para, de haber estado más certero con la espada, obtener un mejor resultado estadístico.
Sobre todo con el sexto, con el que echó el resto a final de obra dejándose rozar los bordados por los astifinos pitones.
FICHA DEL FESTEJO: Seis toros de Núñez del Cuvillo, de muy justa presencia aunque todos de finas hechuras. Corrida manejable pero baja de raza, blanda en varas y de escaso fondo en el último tercio en general.
Morante de la Puebla: media estocada desprendida (gran ovación tras leve petición de oreja); pinchazo y honda perpendicular (gran ovación).
Sebastián Castella: pinchazo, estocada corta tendida, pinchazo y estocada (ovación); estocada (ovación tras aviso).
Alejandro Talavante: dos pinchazos, estocada tendida atravesada y tres descabellos (silencio); pinchazo y media estocada (ovación tras aviso).
Talavante fue atendido en la enfermería de un corte en el dorso de la mano izquierda producido por el estoque al entrar a matar a su primero; y su banderillero Fernando José Plaza, de una contractura muscular.
Entre las cuadrillas destacaron el picador Aurelio Cruz y los banderilleros José Chacón -en la brega-, Javier Ambel, El Lili y Sánchez Araujo -con los palos-.
La plaza registró un lleno de "no hay billetes" en tarde calurosa.