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El vino, seña imprescindible en la ciudad efímera de cada feria

El vino de la tierra está ligado a la cultura festiva de la provincia y a él se dedican algunas de las ferias más relevantes, caso de El Puerto y Sanlúcar

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  • Feria de la Manzanilla -
  • La Feria de la Manzanilla es la única de las tres que surgió inspirada desde el propio sector bodeguero. Fue en 1972
  • El Puerto decidió ampliar el nombre de su Feria de la Primavera para rendir homenaje al prestigio de sus vinos finos
  • La Feria del Caballo ha cumplido este año medio siglo bajo dicha denominación aunque no se entiende sin el vino fino

Jerez, Sanlúcar y El Puerto de Santa María forman el “triángulo sagrado” del Sherry. Sólo en sus ciudades puede completarse el proceso de crianza de los vinos amparados por la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry y sólo en estas ciudades se encuentran las llamadas bodegas de crianza. Es más, en el caso de la Denominación Manzanilla - Sanlúcar de Barrameda, la correspondiente Zona de Crianza se limita exclusivamente a esta ciudad, ya que sus especiales condiciones microclimáticas confieren a los vinos elaborados en sus bodegas mediante crianza bajo velo de flor unas características peculiares y diferenciadas del resto de los vinos del Marco de Jerez.

El mes de mayo inaugura el calendario festivo en la provincia de Cádiz con la celebración de sus primeras ferias. Tres de ellas se encuentran entre las más importantes del calendario ferial de Andalucía: Jerez, El Puerto y Sanlúcar; y las tres, desde diferentes perspectivas, rinden tributo a sus vin

A lo largo de la historia contemporánea, la vida de esas tres ciudades ha girado en buena medida en torno al negocio de sus vinos, de ahí que llegado el momento de la celebración vital en la que se han convertido todas nuestras ferias, las propias ciudades hayan querido contribuir a su reconocimiento desde las mismas. En mayo, momento en que se inaugura el calendario festivo, lo hacen dos de ellas de manera expresa: Sanlúcar y El Puerto, aunque la de Jerez, que hace medio siglo decidió dedicársela, con acierto, al caballo, no se entiende tampoco sin su vinculación al vino.

En el caso de El Puerto de Santa María, el origen de su actual Feria de la Primavera y el Vino Fino se remonta a las ferias de ganado tradicional, que se celebraban por la mañana en las afueras de la ciudad y que por la noche trasladaban su ambiente al Parque de la Victoria. Esas ferias de ganado fueron perdiéndose poco a poco a medida que la de la Victoria pasaba a convertirse en una feria típica de Andalucía, con sus casetas y sus bailes por sevillanas.

La que fue conocida en un primer momento como Feria de la Victoria se trasladaría al barrio de Crevillet y, posteriormente, a su actual ubicación en el Recinto Ferial de las Banderas, aunque no fue lo único que cambió: también lo hizo su nombre. Así, empezó a ser conocida como Feria de la Primavera, hasta que el Ayuntamiento decidió rendir homenaje con la misma a una de sus señas de identidad, y la convirtió en Feria de la Primavera y del Vino Fino.

Como apunta Jesús Almendros, miembro del Ateneo del Vino Portuense, la denominación se convirtió en “un homenaje al fino de El Puerto, que se considera representación de la ciudad y del que todos los portuenses están orgullosos”. Todos los vinos que se producen en El Puerto suelen estar presentes en su Feria, “pero los más consumidos suelen ser Fino Quinta, de Osborne y Fino Pavón, de Caballero, aunque también están presentes los vinos de Obregón, Gutiérrez Colosía y Grant”, resalta. 
Hablamos de un vino fino que se diferencia del que se produce en Jerez, ya que “tiene unas características organolépticas, producidas por los microorganismos existentes en  la zona, por su proximidad al mar, lo cual le da una mayor frescura, cosa que se supo desde siempre, por lo que las bodegas de Jerez tenían en El Puerto bodegas-catedral donde se conseguía sacar todo el partido de las condiciones geográficas y climatológicas de la zona, para conseguir un vino fino de mayor calidad”, resalta Almendros. A este respecto, el Ateneo del Vino y el Ayuntamiento celebran cada año unas Jornadas del Vino Fino en las que se realizan charlas, conferencias, mesas  redondas y catas con invitados de reconocido prestigio del marco de Jerez, en torno al vino que se produce en El Puerto.

“La evolución de los vinos finos producidos en El Puerto, como los producidos en Jerez, han experimentado una evolución muy positiva, debido al mayor conocimiento que hoy en día se tiene de los vinos y al mayor cuidado que se tiene en su elaboración con productos no tenidos en consideración hasta ahora, como los vinos en rama.  A la gente no le basta con beber vino fino, quiere beber buen vino fino. Se trata de paladearlo, de saborearlo, de apreciar sus cualidades organolépticas y de poder hacerlo en condiciones de salubridad adecuadas y controladas”, celebra Almendros.

En el caso de Sanlúcar, en cambio, sí hablamos de una feria, la Feria de la Manzanilla, que surgió del propio sector bodeguero y con un firme compromiso promocional de sus vinos. “Todo surgió de una serie de amistades que Juan Carlos Barbadillo, Argüeso y yo teníamos en Sevilla”. Así lo relata Gabriel Raya, que participó de lleno en la organización de la primera Feria de la Manzanilla en 1972. “Conocíamos a una persona que montaba en la Feria de Sevilla y, aprovechando las fechas en las que se celebraba la Velada de la Pastora, le pedimos que nos prestara varias casetas para crear nuestra propia feria. Hablamos con el entonces alcalde Juan Antonio Garat, que nos permitió instalarla al principio de la Calzada, y todos los vinateros nos pusimos de acuerdo para que fuera un éxito. Y lo fue, desde el primer día hasta hoy”.

“Todo nos lo guisamos y nos lo comimos para hacerla realidad, y la verdad es que le tengo un cariño enorme a aquellos recuerdos”, resalta Raya, quien recuerda que las bodegas se volcaron para que el público probara sus vinos, “ya que aquella feria era una cosa eminentemente bodeguera”. Hasta esa fecha, en Sanlúcar se celebraba la Exaltación del Río Guadalquivir, que eran las fiestas más importantes del año, ya que coincidían asimismo con la celebración de las carreras de caballos en la playa, pero a partir de aquel año, 1972, la Feria de la Manzanilla pasó a ser la gran referencia festiva de Sanlúcar.

“Desde el primer día ganó fama. Fue un exitazo desde el primer momento. Y se bebe mucha manzanilla”.
Eso sí, Enrique Romero Vilaseco, recuerda que ya en 1929 se celebró una Fiesta de la Manzanilla. “Se trataba del festejo cumbre de la temporada veraniega, y tenía su escenario en La Calzada. Estaba la fiesta dedicada a las marcas de las más afamadas firmas de manzanilla. Todas las firmas y el Ayuntamiento se habían esmerado en dar a conocer, con un colorido inusitado, el nombre de las más renombradas marcas manzanilleras, para dejar constancia de la relevancia que, para la economía de la ciudad, tenía la industria bodeguera, una de las más importantes fuentes de desenvolvimiento económico de la misma”, según se recoge en el periódico El Profeta Sanluqueño, de 29 de agosto de 1929.

En cualquier caso, hablamos de un vino apreciado no sólo en la feria de Sanlúcar. La manzanilla es emblema de muchísimas ferias de Andalucía, comenzando por la de Sevilla, citas festivas en torno a las cuales se produce un alza  en el consumo a la par que se potencia la promoción de este tipo de vinos, incluido asimismo el fino. “La manzanilla siempre ha sido el vino de España”, defiende con rotundidad Gabriel Raya. “Los españoles siempre han sido manzanilleros, porque la manzanilla es el fino más fino que Dios permite crear, y eso hace que sea distinto a los demás”. Y ratifica el éxito de la manzanilla en ferias como la de Sevilla: “El sevillano es de buen paladar, y desde que la manzanilla entró en la feria por primera vez, nunca más se ha perdido, sobre todo a partir de la década de los setenta, que fue cuando recuperó su lugar”.

El vino del Marco de Jerez, del triángulo del Sherry, convertido, pues, en aliciente fundamental para esa exaltación vital que se celebra cada año y cada primavera en las ciudades efímeras de cada feria. 

La Feria del Caballo... del vino y del flamenco

Este año se ha cumplido medio siglo desde que Jerez denominara como Feria del Caballo sus fiestas de primavera. Como recuerda Eduardo Velo desde su Jerez Intramuros, “en 1966, el entonces alcalde Miguel Primo de Rivera y Urquijo creó una serie de actividades ecuestres adicionales a la Feria de la Primavera de Jerez, nombre con el que era conocida en aquella época. Se trataba de los actos festivos de las Fiestas del Caballo que, un año después, se aglutinaron como Feria del Caballo. Así pues, bajo ese nuevo nombre se condensaban todos los actos de ocio y diversión en el Real, espectáculos hípicos y exposiciones de maquinaria agrícola. Fue a partir de ese momento que el caballo despuntó como el verdadero protagonista de la Feria de Jerez, pues cada vez a más público que acudía lo hacía con motivo de los espectáculos ecuestres. La denominación de Feria del Caballo fue crucial para la potenciación de esta fiesta que hoy goza de fama universal”. Pero la Feria de Jerez es mucho más y, de hecho, no es el único pilar que sustenta su prestigio, al que hay que añadir otros dos fundamentales: el vino y el flamenco, sin los que es imposible concebir su enorme prestigio y singularidad.  

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