Eso llevan días anunciándonos y a veces da la impresión de que hasta con alegría. No es que lleven mala intención y se vayan a alegrar de los males de los demás que, ya puestos, podrían alcanzar también a quienes muestran esa sonrisa por debajo de los labios. Más bien podría ser el morbo que subyace sobre la extensión de la noticia que todavía no es noticia, menos mal, que es un presagio. Un mal presagio. Se llama fatalismo. Hay gente abonadas al fatalismo, como aquellos que, ante los fallos de la Administración en vez de decir “no los votes”, sueltan como un huracán: “pues verás cómo los votan”. Parece, da la impresión que les gustaría ver votados a quienes a los demás nos gustaría ver botados para siempre.
Pues ahora, ya hace días, los adivinos-agoreros nos anuncian una nueva ola. De Covid. La quinta pasó sin pena ni gloria, quizá por eso mismo y quizá porque eso “no es noticia”, quizá porque no haberse notado no tiene morbo suficiente para merecer esa consideración, no festejaron que la “ola” no rozara los tobillos, pero sí hay quien lanza la noticia como anatema: un diario ofrece una foto en portada con la leyenda “un grupo de personas sin mascarilla en la calle”. Desde que se decretó el fin de las restricciones mucha gente la sigue llevando, pero ya no es obligatorio. La gente, salvo unos cuantos descreídos ha venido respetando las normas impuestas por la autoridad. Ha pasado frío en la calle y ha resistido la calima para mantener vacíos los locales públicos, que ni siquiera han permitido la entrada a ese “númerus clausus” decretado. (Léase centros de “salud”) Si la pandemia volviera, ojalá que no, pero si volviera, volvería a obedecer sumisa, como es la norma. Está bien que ante un peligro latente, real, se tomen todas las medidas preventivas. En cambio no es sano que los laboratorios hagan su agosto a costa del erario, ni que el periódico agorero-fatalista critique a la gente por no llevar mascarilla en la calle en este momento concreto.
Nunca una epidemia ha durado tanto tiempo, con tantas olas que más que la playa esto parece un carrusel. Se ve que este virus ha aprendido y parece que se fortalece, lo contrario que han hecho todos los anteriores. Será que el vacío de las UCI es imaginación pura, o que hay quienes darían cualquier cosa por poder dar la mala noticia, que es lo que vende, por lo visto. Sensatez, por favor. Si hubiera que salir con abrigo en verano o en manga corta en diciembre para impedir un perjuicio -difícil digestión, pero valga el ejemplo- nos sacrificaríamos como otras veces. Pero asustarnos, porque suponer peligro es más morboso que la normalidad, es un ataque a la razón, una falta de respeto a la verdad y a la inteligencia. Si sigue habiendo altibajos en la enfermedad, si persiste porque se trata de un virus resistente, también es cierto que, para bien, la gravedad ha bajado y continúa su bajada a niveles de normalidad. No lancen amenazas si no existen. No nos asusten si no es absolutamente necesario. Mejor dicho: simplemente no nos asusten; limítense a avisar cuando haya evidencias. Por favor.