Sobran. No de los que alumbran las calles, de los otros, los que se echan a cuestas los políticos prometiendo sin la menor intención de cumplir. A título de ejemplo, Juan Espadas nunca aclaró que se fuera a empecinar en ahorrarle a la Junta de Andalucía la construcción del metro, alargando el inútil tranvía hasta Santa Justa para crear un caos de campeonato en el cruce Ramón y Cajal-San Francisco Javier así como en esta vía, Luis de Morales y Kansas City, al reducir a dos los cuatro carriles, con el sólo objeto de seguir en todo el invento de Monteseirín. Y todo es todo. No es una promesa incumplida, es una amenaza callada con la que no podían contar sus votantes. Sobra el primer farol, la iluminación artificiosa a la Junta, pese a no estar ya en manos de su partido.
La ambición no es mala en sí misma, sí lo es cuando solamente se busca para provecho propio y ni siquiera se es capaz de aprovechar la oportunidad para dejar algún buen recuerdo. La ambición es mala cuando se busca por el sólo placer de ocupar un sillón y se olvida adrede el verdadero valor de la política, que es prestar un servicio a la sociedad. La ambición es perversa cuando no se hace nada (bueno) por los administrados. Es el caso, entre otros, de las naves de Hytasal, que “iban a ser ocupadas por ocho industrias” y dos años después de encender los faroles, de anunciar la falsedad a bombo y platillo, dos años después del anuncio, las naves siguen igual. En la misma situación. No se ha movido ni un ladrillo, lástima de consumo publicitario para nada.
Si nuestro todavía ínclito alcalde aspira a ocupar el sillón de San Telmo para hacer por Andalucía tanto como ha hecho por Sevilla, saldría más rentable pagarle el sueldo y que lo disfrute en alguna isla lejana, dónde, seguro, no seguiría el ejemplo de Napoleón en Santa Elena ni el de su añorado Alfredo, que le lleva bastante delantera en activar perjuicios para la ciudad. Si en el supuesto de ser elegido, piensa continuar tan inactivo y perjudicial en lo poquito que se ha movido hasta ahora, lo mejor sería dejarle el cargo a algún compañero que, seguro, en el PSOE debe haber alguien activo e interesado en mejorar la ciudad donde vive para detener la sangría y recuperar el crecimiento.
Pero, que nos entendamos: el crecimiento habitacional. Evitar y revertir la sangría poblacional. Porque la pérdida continua de población, es responsabilidad principal de nuestros regidores, en primer lugar porque los irresistibles precios de la vivienda están echando de Sevilla a miles de familias. Porque la ciudad sub-museo, para espectadores de calles vacías que están fabricando, es lo peor que se pueda pensar. Vaciar de habitantes la zona monumental y dejarla para hoteles y apartamentos turísticos, aporta un grandísimo perjuicio. Pero la gente no huye sólo del casco histórico, porque las viviendas suben como si fueran un lujo innecesario en toda la ciudad. Y la labor lenta y pesada de Emvisesa, legalizando de hecho esos altos precios, flaco favor son para las familias necesitadas. Cuando se quieran dar cuenta Sevilla estará despoblada, y el vacío tampoco es un atractivo para el turismo.