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Haneke busca la Palma con ?Das Weisse Band?

El polémico realizador austríaco Michael Haneke, director de La pianista, volvió ayer a Cannes con lo que parece caballo ganador: Das Weisse Band, cine sociológico de sobriedad escalofriante que dejó poco hueco a la sin embargo estupenda A l?origine, de Xavier Giannoli.

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El polémico realizador austríaco Michael Haneke, director de La pianista, volvió ayer a Cannes con lo que parece caballo ganador: Das Weisse Band, cine sociológico de sobriedad escalofriante que dejó poco hueco a la sin embargo estupenda A l’origine, de Xavier Giannoli. 

El Festival de Cannes comienza su recta final con un sprint de categoría: dos películas prolijas –dos horas y media cada una–, hermosas y muy diferentes entre sí, pero de altísimo nivel social, filosófico y, sobre todo, cinematográfico.

Iconoclasta y revolucionario, Haneke se ha descrito a sí mismo en numerosas ocasiones como un optimista que cree que el espectador reaccionará ante los mazazos secos que propicia su cine: “Todas mis películas hablan de la violencia, reflexionan sobre su representación”, dijo ayer en rueda de prensa. 

Dos años después de hacer extensivo su mensaje a Estados Unidos volviendo a filmar en inglés su hiriente Funny Games (1997), con Das Weisse Band rueda en alemán –tras un prolongado idilio con el cine francés– y resuelve con precisión quirúrgica y amargura poética el retrato en blanco y negro de una comunidad alemana en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial. 

El director de Escondido (2005), por la que consiguió en Cannes el premio al mejor director, se sirve de este microcosmos que parece más digno de Bergman o Dreyer para retratar “con distancia, evitando el naturalismo”, las devastadoras consecuencias de los rígidos patrones morales y su proyección sobre las nuevas generaciones. 

“Los principios absolutos son, en sí mismos, inhumanos y, en ocasiones, se traducen en terrorismo”, reflexionó el director. “Pero no por ser Alemania estoy hablando de fascismo. Es un problema que nos atañe a todos”, prosiguió.
Una vez más, Haneke sitúa una misteriosa amenaza como elemento desestabilizador de un núcleo humano de apariencia pluscuamperfecta. 

En sus otras películas, las más actuales, el miedo venía del exterior. Das Weisse Band se ambienta cuando la vida era más simple y endogámica, pero las miserias eran básicamente las mismas. 

Das Weisse Band mantiene, entonces, las obsesiones de Haneke pero pasadas por filtro brechtiano fruto de diez años de elaboración del guión. De él toma la belleza aséptica y el barniz paralizador de esa realidad a la que hay que acercase con mirada lúcida e intelectual, escaparse de la pasión y la misericordia. Y el resultado es una cinta de una textura fría y densa, casi irrespirable, que va sedimentando capas y capas de buen cine.

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