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Celíacos o vivir entre el temor al gluten y el pánico a pasar por caja

Anaïs Richarte no fue diagnosticada hasta los veintiún años después de acudir durante años a la consulta del médico de familia.

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Tiene veintiún año y siete meses. Los siete meses es el tiempo que hace que la diagnosticaron como celíaca y aunque todavía anda perdida a la hora de tener una buena base de datos sobre a dónde ir a comer con garantías, se va haciendo con las riendas aunque reconoce que el hecho de que la inviten a ir a cualquier lugar que incluya tener que tomar un aperitivo, la pone nerviosa.

Antes de ser diagnosticada convenientemente estuvo recorriendo las consultas de los médicos de cabecera que le diagnosticaban desde gastroenteritis a una empachera.   

Todo menos lo que realmente tenía y que sólo puede diagnosticar un especialista en Digestivo, mejor si se hace la biopsia -celiaquía- que es la prueba del algodón para diagnosticar con certeza y, a partir de ahí, actuar en consecuencia.

Anaïs Richarte, a pesar del poco tiempo que lleva diagnosticada -pasándolo mal lleva muchísimo más, y eso que su hermana también fue diagnosticada con 30 años y se trata de una enfermedad genética-, ya es una activista de Celíacos en Acción, una organización a nivel nacional de la que se ella se encarga, junto a otros afectados, en la provincia de Cádiz.

La gente no se muere por ser celíaco, aunque el no diagnosticarlo puede conllevar daños para otros órganos y convertirse en una enfermedad sistémica.

Y es verdad que los protocolos, en los últimos años, han cambiado para bien, aunque de la misma forma que los recortes han introducido cambios restrictivos a la hora de conseguir que el médico de cabecera te mande al especialista. Una forma como otra cualquiera de maquillar las listas de espera.

Pero aún cuesta mucho trabajo conseguir la derivación, entre otras cosas porque se trata de una enfermedad que puede ser asintomática, estar ahí sin dejarse ver, o bien con síntomas parecidos a decenas de cuadros con los que los médicos de cabecera están muy familiarizados. Por eso la llaman la enfermedad de las mil caras.

Tres veces más caro
El otro es crematístico. Los celíacos no soportan el gluten que contienen cereales como el trigo, la cebada, el centeno y la avena. Y esos son alimentos que están en muchos de los productos que consumen las personas, bien directamente o a través de sus derivados.

Por poner un ejemplo gráfico que contaba la propia Anaïs Richarte, pedir un filete de carne en un restaurante puede parecer que no entrañará peligro, pero es necesario saber cómo se ha cocinado ese filete de carne. Incluso si se fríe en una sartén en la que antes se ha frito un producto con gluten, ya está ahí el problema.

Los productos sin gluten existen, e incluso existen restaurantes que sirven las comidas sin gluten. El problema es que todos estos productos cuestan el triple de precio que los normales y si a eso se añade que se trata de una enfermedad genética, es normal que en la familia existan varias personas que necesitan de esos productos especiales. Y del triple de dinero que gasta una familia normal.

Hay países en el mundo que cuentan con medidas expresas para las personas que no soportan al gluten, especialmente Reino Unido donde el Gobierno subvenciona esos alimentos y los equipara a los demás.

En España no sólo no hay legislado nada al respecto, a pesar de tener uno de los mejores modelos de Seguridad Social. Item más, los productos sin gluten -dice Richarte- se catalogan como productos dietéticos, por lo que tienen un tipo de IVA más alto que los normales.A eso simplemente aspiran como un primer paso. A que el Gobierno arbitre medidas al menos para rebajar el IVA y que el consumo de productos sin gluten sea más llevadero económicamente.

La otra solución, que nadie espera en muchos años, es que los precios bajen. Pero las cifras están en contra de las perspectivas de mercado, una vez que en España están diagnosticados aproximadamente medio millón de celíacos, poco para que las multinacionales se lancen a producir productos sin gluten a precios competitivos.
    Lo peor, dice Anaïs Richarte, es que sólo están diagnosticados el 25 por ciento de los celíacos, por lo que en teoría, en España habría dos millones de personas afectadas. Ni aún así salen las cuentas. Ni para productores ni, muchos menos, para afectados.

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